Si Tokio representa el Japón más moderno y occidental, Kyoto representa toda la tradición milenaria del Imperio del Sol Naciente. No en vano fue durante mucho tiempo la capital del país, trasladada desde Nara a finales del siglo VIII, y si Tokio me pareció genial, Kyoto simplemente me embriagó, y ahora, con el paso de los meses, puedo asegurar que esta ciudad, junto con Hiroshima, fueron que las que más me gustaron.
Rodeada de montañas, es uno de los pocos lugares que posee edificios anteriores a la Segunda Guerra Mundial, ya que, debido al gran patrimonio cultural y legado histórico, no fue excesivamente castigada durante el conflicto bélico.
Nuestra visita a la ciudad comenzaría con las visitas al templo Nishi Honganji, el templo Sanjusangendo y el templo Kiyozumi.
Si tuviera que escoger una de las visitas, me quedaría con Sanjusangendo y sus 1.001 imágenes de la diosa Kannon. Son simplemente espectaculares y la única lástima es que todo el tema de fotografía esta prohibido, con lo que para recordarlo solo nos quedan las postales y imágenes oficiales difundidas en internet.
Continuamos los días siguientes con salidas al Castillo Nijo, el templo Kinkakuji y su espectacular Pabellón Dorado, el templo Todaiji y su gigantesca estatua de Buda y el santuario sintoísta deKasuga, sin olvidar la agradable excursión a Nara y el parque de los ciervos.
Punto y aparte merece esta última salida, Nara, antigua capital nipona y que según cuenta la leyenda fue protegida por un Dios Sintoísta que descendió a la ciudad montado en un ciervo, conviertiendose este último en un animal sagrado. En Nara pueden verse ciervos en todas partes, pero no encerrados, campan a sus anchas por los parques, y, adaptados a la compañía humana, aceptarán de buen grado unas "galletas de ciervo" que puedes adquirir en los mismos parques, y que te pedirán les ofrezcas a base de reverencias frente a ti (o en el caso de que haya varios ciervos, las reverencias serán automáticamente sustituidas por cabezazos y bocados de cariño....).
He dejado para el final el agradable paseo (vale, reconozco que ademas era muy cansado!), por el Fushimi Inari, el sendero de las 10.000 puertas Torii. Más o menos cuatro kilómetros de paseo por la montaña, rodeado en todo momento de estas conocidas puertas y que nosotros empezamos por la tarde y acabamos por la noche, muy cansados pero contentos por el paseo.
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