Vista del hotel y sus jardines 
Tenia ganas de hacer este viaje, muchas ganas, y mis primeras impresiones en el país del sol naciente no pudieron ser más agradables.
Tras un largo viaje en el espectacular Airbus A380 de Air France tomamos tierra en el aeropuerto de Narita y cogimos el transporte hacia el hotel de Tokio. Me sorprendió gratamente, aparte del olor que ya comente en el capítulo 1, descubrir una limpieza extrema (ni un solo papel por las calles, no vi ni un grafiti en las paredes, el asfalto de las calles y carreteras era impecable) y una educación exquisita donde, aparte de la amabilidad y el esfuerzo por ayudar de la gente nipona, me llamó la atención el echo de que durante todo el trayecto no escuché ni un solo claxon a pesar de pillar algún que otro vehículo atascado en la vía.
Realizado el check-in en el hotel y a pesar de que el cansancio de la movida de los dos días anteriores y el jet-lag hacían de las suyas dimos una vuelta por los entornos descubriendo un precioso jardín que tenia el hotel y en los exteriores, para sorpresa mía, una iglesia cristiana, que por motivos obvios a mi no-creencia no visité.
Durante el breve paseo me llamaron la atención varias cosas, algunas positivas y otras negativas. El calor era asfixiante, realmente salvaje, solo compensado con creces por el sonoro canto de las cigarras. No había escuchado en mi vida tanto canto de cigarra junto y para muestra dejo una grabación echa (no esta realizada en Tokio, es de Osaka, pero vale como muestra):

Cuervos!
También me llamó la atención la ausencia de palomas. No se en el resto de lugares, pero en Barcelona y alrededores abundan en demasía, para mi gusto se han convertido en una auténtica plaga, y en Tokio, a pesar de que cuenta con gran número de jardines y espacios verdes, vi poquísimos ejemplares de esta especie, sustituidos y en gran número por cuervos. Si, habéis leído bien, cuervos, enormes diría yo, y si el canto de las cigarras era omnipresente, en los espacios verdes el especial canto de los cuervos no se quedaba atrás.
Máquina de refrescos
Tras un paso por una maquina de autoservicio de bebidas (es fantástico, en cada esquina hay maquinas de refrescos que, a diferencia de como ocurre en España, funcionan y están perfectamente cuidadas, eso si, algunas tienen bebidas realmente extrañas y desconocidas para mi), ya no aguantábamos más, demasiadas horas sin dormir, un país extraño, un calor asfixiante y una habitación fresquita que nos estaba esperando con los brazos (más bien las camas) abiertos. Así pasamos el primer día en Japón, de todos los sitios posibles para visitar, el cansancio pudo con nosotros y acabamos durmiendo en el hotel hasta el día siguiente, pero con la satisfacción de haber logrado uno de nuestros (al menos mio) sueños.

Los siguientes días nos depararían nuevas aventuras y sensaciones, no dejéis de leerlas el capítulo 3: Tokio.

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