Vista del hotel y sus jardines |
Tras un largo viaje en el espectacular Airbus A380 de Air France tomamos tierra en el aeropuerto de Narita y cogimos el transporte hacia el hotel de Tokio. Me sorprendió gratamente, aparte del olor que ya comente en el capítulo 1, descubrir una limpieza extrema (ni un solo papel por las calles, no vi ni un grafiti en las paredes, el asfalto de las calles y carreteras era impecable) y una educación exquisita donde, aparte de la amabilidad y el esfuerzo por ayudar de la gente nipona, me llamó la atención el echo de que durante todo el trayecto no escuché ni un solo claxon a pesar de pillar algún que otro vehículo atascado en la vía.
Realizado el check-in en el hotel y a pesar de que el cansancio de la movida de los dos días anteriores y el jet-lag hacían de las suyas dimos una vuelta por los entornos descubriendo un precioso jardín que tenia el hotel y en los exteriores, para sorpresa mía, una iglesia cristiana, que por motivos obvios a mi no-creencia no visité.
Durante el breve paseo me llamaron la atención varias cosas, algunas positivas y otras negativas. El calor era asfixiante, realmente salvaje, solo compensado con creces por el sonoro canto de las cigarras. No había escuchado en mi vida tanto canto de cigarra junto y para muestra dejo una grabación echa (no esta realizada en Tokio, es de Osaka, pero vale como muestra):
Cuervos! |
Máquina de refrescos |
Los siguientes días nos depararían nuevas aventuras y sensaciones, no dejéis de leerlas el capítulo 3: Tokio.
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